Leomaria Mendes

No me guardes rencor...  

Ayer te vi...  

Llevabas un tímido moño, que escondía tu hermosa y negra cabellera sedosa, como una noche oscura que resplandecía sobre las orillas de la mar, envuelto en lienzos de algodón.  

Pero para mí, la belleza de tus cabellos, no era ningún secreto, lo había tenido entrelazado como madejas entre mis dedos, y lo sentía mientras lo acariciaba.  

Ayer te vi...  

Llevabas unas lentes negras, que tapaba tus hermosos ojos, al igual a dos lunas azules, como ráfagas luminosas que surcaban en el cielo, e iluminaba el camino hasta tu corazón.  

Pero, aunque tuviera tapados los ojos ¡yo los conocía!  

Me habían guiado infinitas noches, como estrellas iluminando el mapa de tus más íntimos sentidos, hasta volarnos juntos al porto de emociones inexploradas.  

Ayer te vi...  

Llevabas un suelto vestido de lino hecho a mano, que distorsionaba y escondía tu apuesta y esbelta silueta, dibujadas para encantar y encandilar, en manos de un generoso creador.  

Pero, yo también la conocía. Este misterio lo había resuelto con ingredientes de quiero más, en las inúmeras demonstraciones de amor, que se sellaban con hermosos pactos, cada vez que nos entregábamos en un solo sentimiento y en un solo corazón, y tú me decías susurrando al oído;  

- ¡Cuida bien de mí! 

Ayer te vi...  

Llevabas un tapabocas cubriendo tus dulces o voluptuosos labios, de una forma que nadie los podría apreciar.  

¡Pero yo sí, los había conocido!  

Por estos labios, pase muchas noches en vela entristecido por haberles perdido, sangrando por dentro solo en pensar que no volvería a saborear el néctar de tus besos en temperaturas de amor.  

Ayer te vi...  

Caminabas de forma apresurada, desnudando tus sentimientos tan florecidos, que eras incapaz de disimular o disfrazar lo que sentías en aquel momento.  

Pero estos sentimientos, “No” los conocía.  

Mi di cuenta, que tus pasos apresurados, eran por escaparse de mí.  

Ayer vi tu corazón.  

Pero tú al mío no.  

Si tuviera una oportunidad te diría, que nunca has sido una distracción. Eras un amor que brotaba dentro de mí, y yo no lo sabia... era demasiado joven y mi recipiente demasiado débil e inmaduro, para atesorar una joya tan valiosa como tú.