Fátima Aranda

EN QUÉ TIERRA

Va clareando el día
y las sombras negras,
entre trino y trino,
de mí se alejan.
¡Ay, si pudiera dormirme
en el verde fresco de tus abriles!

Despierta el niño,
el viejo bosteza 
y ya huele el puchero
lleno de berza.
¡Ay, si pudiera ser lumbre
y arrullar el tiempo
entre tus costumbres!

Ya la niña se peina
y entre sus trenzas 
guarda ausente el suspiro
por quien espera.
¡Ay, si pudiera ser fuente
de agüita fresca
y limpiarle la cara
de llanto y pena!

Amarillea el campo,
la tarde acecha,
se nos cuela el ocaso
por la azalea.
¡Ay, quién pudiera seguir
coloreando de blanco
el níveo jazmín!

Ya se viene lo oscuro,
llegan tinieblas,
fuera gime el olivo,
cruje la hierba.
¡Ay, quién pudiera soñar
y mecerse en la cuna
que mueve el mar!

Dentro ruge el relámpago,
el cielo espesa,
el viento agita las nubes.
La lluvia arrecia.
¡Ay, quién pudiera volver al tallo verde enredado de aquel clavel!

Ciérrame esa ventana,
pestillo y puerta,
deja que estañe los trozos
de la tormenta.
¡Ay, si pudiera encajar,
pero añicos ya salen
de este cristal!

Luz De Gas