mariano7777

AGUJERO

 

“Solo en la oscuridad, puedes ver las estrellas”                                                                             

                                        Martin Luther King

 

“Lo que sentí entonces me lleno de confusión y asombro”

                                       Edgar Allan Poe

AGUJERO

17.11 p.m. De pronto no tuvo piso y se precipito libremente al vacío, cayendo hasta que el golpe lo detuvo.

Lo último que oyó fue el grito de su madre y el aullido angustiado de su perro. La mujer, con ser la madre, hizo más de lo que por ser quien era, hacer debiera. La tremenda angustia de su actitud desesperada no sorprendió en nada.

Pero si fue asombrosa la expresiva manifestación de dolor del collie color negro, que era la mascota del muchacho. Los ladridos eran un auténtico infierno para los pocos testigos. El perro intuía la situación y

  “Se desgarraba de lastimero horror, en la versión de su propia conciencia.  

 El pequeño sintió el choque brutal en el resentimiento de la estructura de sus huesos, cuando su cadera quedo incrustada en el estrechamiento de un angosto pozo.

Las raspaduras en la piel fueron ramalazos de fuego; ardientes latigazos de lacerante escozor.

La cabeza sufrió el impacto en forma de un brusco y violento cimbronazo que le produjo una profunda desorientación. Todo giraba en derredor suyo. Un desagrado horrible manejaba la inesperada sensación de hondo malestar y atontamiento.

El cerebro no encontraba referencias de tiempo y espacio.

¡Había caído en una perforación abandonada!

La madre, no concebía, no entendía y en una huida de la realidad consciente ya no sentía.

El niño nunca había oído la palabra fobia, pero sintió la angustia de la soledad, del encierro, de la opresión que le impedía moverse, de la perplejidad y de los agobios recibidos en un solo instante.

Todo su cuerpo sentía dolores y las escoriaciones ardían con su quemazón de fuego.

Algunos dedos rotos aumentaban el sufrimiento que padecían sus brazos maltratados en el violento descenso.

precipitaron   el vómito y todo era un solo martirio dentro del desconcierto.

Su espíritu se hizo estupor, dolor y angustia.

No atinaba a serenarse y la ubicuidad era algo remoto en su conciencia.

El caos de su cerebro asustado no lo ayudaba en la negrura.

La caída lo había arrojado a la incertidumbre de un universo alienado y la congoja y el desconcierto lo apresaban.

No pensaba; el sufrimiento era infinito.

Su ámbito de padecer estaba más allá del dolor. Era intenso;  más allá de lo físico,.. Violento y sin tregua.

El perro del muchacho gemía a todo lo que encontraba a su paso; era más efusivo de lo habitual, y corría y saltaba en forma torpe por el lugar. Su congoja era manifiesta.

El niño estaba en el infierno.

Hacia unos momentos jugaba feliz bajo el suave aguacero, en el ocaso de la tarde gris, pero en un solo instante, desapareció la realidad y el dulce abrigo del canturreo de su madre.

La inesperada caída fue un fantástico cortocircuito, que oscureció  para él, de pronto,  la lánguida luz postrera del atardecer lluvioso.

¡Estaba solo en la hondura del pozo!

 El silencio convertía la situación  en una burbuja de irrealidad y la falta total de luz la hacía aterradora.

Suspendido en una estrechez del hoyo la inmovilidad lo martirizaba con la fobia que provoca la imaginación de un enterramiento en vida.

La mortificada posición lo castigaba, poniendo un plus al lacerante dolor.

No razonaba y su lucidez estaba más allá de la comprensión; los penares eran atroces.

Desde la superficie caía el agua de lluvia que iba empapando el flanco del agujero.

Muy pronto fue contemplada la posibilidad de que el agua inundara el pozo, ya que no solo la recibiría de acuerdo a su diámetro, por la caída de la lluvia, sino que también, se derramaría a su interior la que volcaba el desnivel del entorno, ya que el hoyo se hallaba en una depresión del área. En ese caso el bombeo aliviaría el anegamiento, que sería fatal para el muchacho.

En un momento el cuerpo pego un resbalón por la pared chirla que lo sostenía y se hundió varios metros.

La voz del chico sonó como un desgarrado alarido para los hombres de la superficie que atendían a los sonidos.

17.27 p.m. Volvió a quedar suspendido en la manga del pozo y tuvo que volver al suplicio del principio, remedando los horrores de la caída primera.

El frío era muy intenso y su cuerpo temblaba cuando algún mecanismo reflejo de defensa puso fin a la penuria de la conciencia y lo llevo al alivio del desmayo.

18.01p.m. Se movilizaba la desesperada búsqueda de posibilidades que pudieran salvarlo.

El cuartel de bomberos estaba en plena actividad y varias dotaciones se venían acercando de pueblos vecinos.

En el lugar se había montado un pequeño campamento con reflectores  alumbrando profusamente la escena, que se iba haciendo rápidamente una muestra de aparatología técnica y de elementos de auxilio médico.

Ya había gente de Defensa Civil, policía, médicos, ingenieros, oficiales del ejército y más personas trabajando con angustioso denuedo por la salvación del niño.

La gente de “El Tiempo” no abandonaba el lugar y Bertellys rondaba nervioso como un gato celoso.

21.14 p.m. Largas tuberías de goma comenzaron a proporcionar oxígeno a la pequeña victima cautiva.

Aunque se entendía que el aire no estaría enrarecido en el pozo, también se pensó en la posibilidad de que el pecho del chico estuviera oprimido; y por eso las mangueras de goma lanzaban el gas que lo ayudaría, en ese caso, a respirar.

El interés general estaba puesto en ese campamento levantado en derredor del lugar, en las afueras de Azul.

La noticia caló muy hondo en el alma de los azuleños y en poco tiempo se hizo más que una causa, una cruzada popular.

 Espontáneamente la gente se acercaba sin ánimo de perturbar la labor de los rescatistas.

La movilización tenía Ángel, tenía Duende y  lo incomprensible e inexplicable del milagro.

Todos juntos. El pueblo todo, había hecho de la causa del chico su propia causa.La tarea continuaba y se bajaron otras sondas para proveer de abundante oxígeno al cautivo y micrófonos para mantener la conexión con los sonidos de la profundidad.

23.33 p.m. Se pierde el contacto con la víctima. Se hace el silencio.

El muchacho ya no responde a nuestros llamados, dijo muy apesadumbrado, a la prensa, el jefe de bomberos.

Un oficial de pequeña contextura fue descendido con cuerdas y un arnés y al parecer logró tocar el cuerpo, que aparentemente estaba desvanecido.

Pero este intento resulto infructuoso.

1.15 a.m. En otra tentativa una mujer policía de talle muy esbelto fue introducida en la perforación, pero quedó complicada en un deslizamiento de fango y fue extraída sin lograr éxito.

La ciudad entera vivía con ansiedad la situación y la población se acercaba al lugar con buena onda y esperanza. La tensión y la angustia no quebraron la voluntad de los rescatistas. Y se extendió como un murmullo entre la gente la declaración de un periodista de “El Tiempo”, que manifestó haber sido informado que el muchacho se había movido.

2.00 a.m. Una empresa ofreció a las autoridades una perforadora mecánica para abrir un segundo pozo en línea con el otro, que permitiría el descenso de un especialista que trataría de asistir al niño. Pero los hechos se precipitaron.

2.01 a.m. El joven desvanecido alucinaba y soñaba. Una fantástica aparición de luz provoco en sus labios pálidos y fríos, una tierna sonrisa. Era una visión en su imaginación, de brillante presencia que se destacaba en las sombras. Pensó en gnomos y duendes, en Peter Pan y en Alicia. Variados otros personajes se movían y protagonizaban los más insólitos bailes. Pero la fantasía decidió que eran ángeles. Y traían entre sabanas de nubes encendidas de nebuloso halo de blancura, a una mujer con amor.  El muchacho estaba en un dulce cielo.

No sentía ya dolores, ni frío, ni molestias. Estaba en el país de sus propias maravillas.

La luz era suave…La aparición de la etérea dama traía su propio brillo.

-Yo te traigo paz, felicidad y bálsamo para los dolores del alma y de tu cuerpo, le dijo al  niño que ya estaba sonriendo…

En este universo no estaba solo…¡Hola mama!...…

3,14 a.m. El contorsionista de un circo que en ese momento recalaba en la ciudad fue convocado. .Se lo sujetó con dos tiros por los tobillos y fue descendiendo al encuentro del muchacho con cuerdas apropiadas para su cometido.

El hombre ya aleccionado sujetó el torso y los brazos del caído con los cabos correspondientes y para que la fuerza de ascenso tuviera múltiples apoyos, engancho en varias partes de sus ropas los prendedores de las puntas de las cuerdas.

El artista de circo ya había hecho suya la causa del muchacho y cabeza abajo trabajó con esmero y rapidez. La grúa subía con lentitud y la multitud ansiosa guardaba un silencio expectante.

Cuando asomó el cuerpo inerme continuó el silencio y la impaciencia se hizo más pronunciada. Parecía estar ocurriendo un milagro en Azul ante el buen deseo de la gente. Las oraciones surgían hasta de las bocas de los no creyentes.

Ya estirado en la camilla, la atención fue  competente y más de un suspiro de alivio acompañó a las circunstancias favorables.

Recuperó el conocimiento más pronto de lo previsto y de todas las gargantas brotó un clamor que estaba dirigido al infinito cielo. Los boletines llevaron la noticia  y volaron las ondas por el rumbo entero. Un niño casi muerto había conmovido los espíritus y  los convocaba   definitivamente el corazón.

¡El muchacho ya sonreía  y estaban  en triunfo la vida  y el amor!

La madre no sentía, no lloraba, no reía. Algo hay más fuerte que la felicidad. Y el perro negro se volvió loco de dicha y bienestar…Algo más fuerte hay, que el amor y la lealtad.

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