Me llego la repentina, y desgarradora noticia, has entregado tu cuerpo, tu corazón, toda tu a alguien más. Mi corazón murió como una flor en otoño, fue como si mi alma se llenara de grisura, fue como yo me volví un roble seco y yerto.
Y acaso tú, esta noche dormirás resguardada en su pecho, en sus sábanas, germinará una sonrisa del amor apacible, vas a reír a gritos y no será conmigo. Siento un profundo recelo por él, por ti, por nada, por las albas que miraras junto a él, por las pequeñas cosas que compartirán. Me carga un punzante arrepentimiento eterno por no haberte pedido que seas mía, por no mostrarte mi amor hallado.
Mi navío ya zarpo hacia tu mar calmado y azulado, se acaba de quedar naufragando en la idea de no tenerte jamás, tu rostro pálido, tus hebras frágiles. Dándome el lado triste del amor, y su empeño en castigarme.
He deseado que te llegue una apresurada congoja.
He deseado que la luna ya no te acompañe en tu caminar.
He deseado que la lluvia te sea fría y triste, y por poco se cuele
un rayo de sol a señalar mi amor inadvertido.
He deseado que tu belleza se extinga para que nadie te pretenda, para que ya no invadas más playas hambrientas de amor.
Me he medicado tu olvido pero este inútil corazón que me domina a su antojo, me obliga amarte.
Mi corazón soñoliento era una avivada brasa, pero tus gotas de sal del mar reprimieron mis llamaradas, has atado tu vida a la de él. Sentado en el frío piso del baño embargándome mis dudas existenciales, te siento ajena, lejana, inaccesible.
Te imagino cada tarde preparando el almuerzo para sentarte junto a el a la mesa, o ambos saliendo de la mano a un lugar a comer. Descalza, andando por toda la casa que compartirán, al descubierto y arrullándote un armonioso querer.
Siento envidia por él, siento tanto recelo por todo lo que puede tener y disfrutar.
Y en mis noches de insomnio me llegas tú de forma angustiante, como un recuerdo
desconsolado que nunca acabara con su duelo.
Eternamente me preguntare,
¿Te acordaras de mí? ¿Recuerdas mi amor en algún lapso?
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