Había descendido una vez más a las profundidades, atrapada en la desesperación y el miedo, su mente comenzó el lento proceso de autodestrucción, lo intentó, ¡vaya que lo hizo!, pero el respirar se volvió una tarea titánica.
La vida lamentable en la que se ahogaba, una mezcla de emociones enredadas con la depresión, se sentía como si su alma danzara al borde de un precipicio, en medio de una avalancha de alegría, desdicha y desesperación, difícil fue mantener a raya el caos reinante, difícil fue seguir viva en medio de ese torbellino, una amalgama de melancolía y muerte la consumía, pero a los demás, todo esto parecía trivial, mirar al abismo se convirtió en rutinario, y entonces ocurrió lo que menos esperaban, una noche, la muerte se detuvo junto a su cama, la llamó suavemente y la arrulló en sus brazos, para guiarla a un sueño eterno de tranquilidad.