Alberto Escobar

Valiente gilipollez...

 

Toda sencillez guarda tras de sí
un complicado enramaje.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Que parezca sencillo es lo complejo,
eso decía el más horro de la fiesta,
que tirar fino es difícil de ballesta,
lo más factible es que falle el trebejo.
Decía que de ejecución queda perplejo
el que osa sacar todo pecho y se desinfla
como torpedo que vence un terne aparejo,
porque lo que madre Naturaleza desquita
que no haya dios que tache segura honra
que no devenga a la larga en dura la sonra
que en las comidillas de plaza la frente quita
y la cerviz agacha, corriendo vuelve a su casa
el que el rabo entre las piernas de león lleva
y que, cuando la ocultez consuela, suelta asa.

Aquí os dejo esta gilipollez de soneto.
Con esto ilustro la pretenciosa afición
de más de uno —entre los que no me salvo—
de confundir las peras con las manzanas
cuando a lo de epatar en letras se refiere.
Ya decía —y a eso aludí en otro de mis escritos—
que el gran Góngora reconocía la deuda
contraída con lo oscuro, que le dio fama
y celebridad de por siempre.
No pretendo aludir a nadie salvo el que
se sienta aludido —como es mi caso, que así
me siento y estampo por ello la página
mancillada con estas letras contra la chapa
de mi atestada papelera.
Bueno, os dejo ya de dar la brasa, ya he dicho
lo que tenía que decir.
No me echéis demasiada cuenta, por favor.