Lucy Quaglia

Y entonces

Y entonces todo vino

corriendo por el prado,

las calles, las veredas,

el piso y el teclado.

Llegaron a montones,

también me despertaron,

insistieron de pronto

que a cosas de mi agrado

las tengo que guardar,

dejarlas a mi lado,

cuidarlas sin respiro,

no tengo que olvidarlo.

Y entonces todo el día,

la noche, la alborada

llenaron de colores

montañas empolvadas

de blanco delicado

brillando en la distancia.

Vestidos de pavadas

entre las ramas sueltas

de un pino empecinado

que filtra en el invierno

el viento despiadado.