Wavesdarkness

No pude salvarlos

Nadie los oye.

En mi ventana enero huele a primavera
y a penas puedo recordar
en este invierno
por qué no estaba llorando.
Nunca pude salvarlos.

 

Están ahí,
jugando en los columpios vacíos,
llenando la calle con sus miradas inertes,
y ya nadie los oye gritar.

 

Desde este patio de butacas
todo el mundo murmulla,
pero nadie dice nada.
Quizá ya a nadie le extrañen
los monstruos bajo la cama.
¿Qué les pasa?

 

El cielo se tiñe de rosa,
no hay lugar para la infancia.
Sólo columpios vacíos,
vacías sus miradas.

 

Niños que son mercancía,
simple carne de cañón.
La vida repugnantemente arrancada
de las propias entrañas
por las que nacieron.

 

¿Qué nos pasa?
¿Es que nadie puede oírlos?
¿Es que nadie dice nada?

 

Nos hemos quedado mudos.
No nos duele su dolor,
no nos pesan las gargantas.

 

Mi ventana está llena de sol
y el mundo tan ennegrecido
que ya no nos duele nada.

 

Ya no quedan gritos
que rompan con crudeza
el murmullo cómplice de esta multitud.