Emil Sinclair

RAZONES DE PESO

 

 

 

RAZONES DE PESO

Cuando me encontré a Pablo en el jardín flotando tranquilamente a un metro sobre las azaleas, por un momento no supe qué decir.

- Es inevitable - me explicó - Estoy cansado: cada vez me siento menos y menos atado a este mundo incomprensible y despiadado: era cuestión de tiempo que me liberase también de las ataduras de la gravedad.

Ya estaba a tres metros de altura y seguía elevándose lentamente.

- ¡Pero Pablo! - exclamé aterrado - ¡No puedes simplemente marcharte así! ¿Qué pasa con Miriam? Piensa en ella; piensa en tus hijos, en tus amigos, en tu trabajo. ¿Qué les voy a decir? ¿Cómo les explico a tu mujer y a tus hijos que su padre se largó volando?

- Diles - señaló hacia la bóveda azul del cielo - que estaré en un lugar mejor.

Seguía elevándose más y más a través del aire cálido de la tarde; empezaba a ser un punto en el firmamento que agitaba con tristeza una mano en señal de despedida, y entonces grité a la desesperada:

¡¡¡Aún te debo aquellos 500 euros!!!

Cayó como una piedra, y gracias a la piscina del vecino solo acabó con un brazo roto. Y por supuesto, no pienso devolverle los 500 euros: los necesito como contrapeso... por si acaso.

 

@J.G.