Versatus

Quilpué

Observando ese espacio repleto de luz,

se contraen los pigmentos de su retina Nogal,

recortes de los Andes,

el punto negro,

la gran singularidad frente la luz que hace brillar como porcelana

su piel clara,

despertando desde sus ojos,

yacen deseos que solo ella comprendería,

dudas que construyen sus pies,

que poco a poco se desplazan por una montaña,

cristales incrustados en las rocas

y la arena reflejan luces de colores,

que en su atmósfera divina la ciegan,

un Güemul (küme newen) colosal

apoya su cráneo sobre su cintura

que la empuja llamándola al lomo del noble animal,

frente un Cóndor (weza newen),

el planeta nos traga precipitando las rocas

que nos sostienen al vacío de la altura,

se apaga lentamente la refulgencia de cada cristal

que de esos cordones estallaba,

ahora obscuros.

 

El fastidio del ocre vacío que inunda la angustia,

sin aire,

sin ida,

sin vuelta,

cayendo,

miles de hormigas entran por la nariz,

la boca,

no hay aire que se ampare ahora para que los pies se muevan

y la cabeza funcione.

 

Blanquecino el pecho desnudo de mujer,

desparramado en pelos gruesos y claros,

raspando sus sensaciones y haciéndola despertar del sueño,

un sueño del que jamás pudo acordarse bien,

pero una vez en el suelo se desprende el olor del mar

y la humedad del agua,

de sus piernas se condensa el sudor,

y en forma de gotas recorren sus muslos rosados,

escurre,

mancha,

deja un surco de reflejos luminosos,

frunciendo el ceño y mojando sus labios

mira al Güemul despanzado con sus tripas fuera

sobre una cama de rocas plutónicas,

del viejo magma,

un enjambre de moscas bebiendo de su sangre

y usándolo de cobijo para sus larvas,

brotan por debajo,

como si fueran parásitos,

festucas verdes hasta el horizonte,

cubren al animal y a sus dudas,

sobre el espacio que estas pisando,

cada vez mayores,

corres,

corres y la festuca te sigue(karü),

cada vez más densa, más alta;

se incorpora una sombra pesada,

un viento sucio que trajo polvo consigo,

enredaste los dedos con la gramilla,

la rompiste en el tropiezo,

levantaste la mirada,

usaste tus manos de sostén sobre el piso gabro,

con los ojos clavados en los verdes

que se convertían en amarillos marchitos,

avanzando como la hemorragia de un órgano,

perdiendo vigor la flora,

se podría todo.

 

La montaña entera repleta de la grama densa y verde,

se esparcía como frondosas ondas electromagnéticas

la putrefacción,

el escenario cíclico de la vida en milésimas de segundo.

Fue a parar en la boca del Basalto montañoso oculto en la brizna(kume mongen).