Elizabeth Maldonado Manzanero

Él, yo...

Tenía más fresca la alborada,

y yo cual estrella fúlgida centellaba
no hubo mejor alumna, me aprendí

de memoria el desfile de gemidos

que seguía justo después de su lluvia

realzando sus contoneos, recogía su placer

el de cada musculo, nuestro paseo

extenuado y atrevido nos prolongaba el día,

yo algo confusa, a veces lo confieso,

sí plácidamente adolorida, él distante,

huidizo, lejos de ser mi buen amante

que me hiciera consiente

de cada flexibilidad de mi cuerpo.

El durante nuestra noche, su brazo

me regalaba hermosos sueños

que, al despertar, ilusa perseguía

¿Cómo no haberlo hecho?

en mis ojos él era el sol y yo no lo sabía,

que en fuego interno completa me consumía.