Axel Dueñas

Si tu ausencia conviene

 

Si tu ausencia conviene a mi confuso

amor, que desdichado y pobre, fue

como un creyente sin iglesia y fe,

he de aprobar el sino en que me excuso:

Que mi amor  no se puede contentar

con tener un cariño humilde y tierno,

es cosa confundida con la mar

de mi desgracia y mi dolor eterno.

 

Así, quiero decir querida mía,

que no es maña mi fuga apresurada

ni es vileza, ni mucho menos, vía

de cobarde reacción premeditada.

 

Es verdad que el que miente se lamenta

y siente del silencio la cadena,

mas yo a veces quisiera la tormenta 

que del engaño viene y de la pena.

Pues mi verdad paréceme peor

que la mentira vil en ocasiones,

que mi verdad se esconde cual mejor

rincón de la mansión de los rincones.

¿Amada, hablando de este modo puedo

poner mi corazón de frente, ausente

de todo miserable y sucio miedo?

Amada, escucha mi dolor presente:

No tengo rumbo fijo que me anime;

apenas llego algún lugar cualquiera

con la mente vencida, prisionera

de un ensueño que me consume, gime

mi solitario corazón, me pica

el alma y salgo triste donde estaba,

ya no con el valor que me auguraba

mi idealizada concepción, tan rica

de inexplicables mundos donde guardo

las perlas de mi espíritu sensible,

sino como el cobarde del risible 

temperamento que decae, y un cardo

sangrante entre los ojos y las manos.

Qué miserables sueños y qué vanos

mis afanes, semejan tal engaño,

que, apenas me brotan, como flores

de un jardín gigantesco y verde, el caño

de mi indecisa boca de dolores

los marchita y transforma en polvo frío,

se van como por un siniestro río.

 

Largo tiempo he querido conquistar,

amada, los caballos que me llevan

arrastrando, terribles, sin parar,

mas ay de mi,  no logro que se muevan

estos miembros que sudan, estas uñas

que arañan los caminos desgastados,

este pecho que guarda, por las cuñas

de los años vividos, sus lastimados

amores; no permiten los caballos

que conduzca mi carro por do quiero,

que me entregue, por fuerza, por quien muero,

No permiten amada, los caballos...