Matias 01

¡Tú que has mirado mi poca bondad!

¡Tú que has mirado mi poca bondad! 

Déjame allí en la penumbra,

debajo de tus huellas,

en medio del aguacero donde no sobrevive

mi palabra;

Mejor, llévame a ese rincón sombrío

de frondosa inmisericordia,

déjame con las manos atadas

y con la cicatriz abierta en mi costado;

Hoy no quiero espacio entre tu dolor

y mi sufrimiento.

 

Tu que has hilado el candor de mi alegría

como criatura de Dios en su acto universal,

tú que has andado dulcemente

por mis siglos de dolor, haciendo de mi polvo atroz

una espiga de maíz;

Tus ojos que han tocado

el fondo exhausto de mi amargura con la luz

curvada de tu alma individual;

Tú que has traído tu cuerpo a este desierto

para estar en un instante eterno de la vida.

Hoy quiero acostarme con la muerte

y distraer tu sufrimiento,

hoy quiero ir con mi alma en llanto

ante esa barba inmemorial

y arrancarle un golpe de ternura

para tu dolor.

 

Tu que has aletargado el tiempo con un simple beso

de tus sangrientos labios,

y al encender tu ojos en la ciega noche

arrojado a las sombras de mis penas

allí donde no ha quedado nadie;

Tu que has viajado por la hoguera de mi cuerpo

con tus dulces pies

y moldeado mi libertad con tus viajeras manos;

Todo lo cambiaste tú,

todo lo has cambiado en curvada lid

girando tu cuerpo con inmortal ternura.

Anoche se asomaron un grupo de cuervos,

dulcemente, haciendo sonrojar

a mi amargura.

Y hoy que estas en la vera del señor

¡Siento que debieran sepultarme a mi

debajo de tu llanto!