Son los besos en la mejilla,
completamente ajenos
a la comisura de los labios.
Es la cercanía de la mirada
y la distancia en tus ojos,
consonante con la transparencia 
de las prendas que te gustan.
Es el mundo de suplencias 
que erosiona la carne,
cuando el baile más erótico
es ésta poesía 
y la sensación de saberte, 
con el escozor de los años,
en un instante.