JM.Enríquez

Como una gota de agua

 

Como gota de agua

Partículas de polvo, vapor de agua en el aire, sales marinas encadenadas entre sí, que se aferran a las nubes que cruzan los cielos llenas de diminutas gotitas de agua, ascendiendo, flotando en el aire, moviéndose con el viento, chocando entre sí, fundiéndose y finalmente cayendo como una llovizna de pequeñas gotas redondas que buscamos los tejados por donde discurrir, diminutas mientras el aire nos empuja y la gravedad nos arrastra hacia el vacío, hacia esas cañerías que recorremos perdidas y sin apenas rozarlas, por la oscuridad que nos asusta.

Gotas de lluvia, que nos fundimos, y nos separamos para explorar solas cada recoveco entre tejados sucios con musgo pegado y mierda de paloma blanquecina.

Voy surcado como puedo, escapándome de la suciedad que mi cristalina presencia, limpia y purifica. Perdiéndome al rozarme con cada teja, con cada elemento nuevo y diferente  que me contamina, frenando m i ímpetu por alcanzar mi destino. Destino desconocido, sin llevar brújula que me oriente entre el cielo y la tierra, elementos que me atraen y me forman, diminuta y sencilla, como no podía ser de otra manera. Soy tan solo una gota de agua que discurre, a veces rápida y otras lenta, descolgándome por las paredes, escapándome de mis hermanas que me buscan, para fundirse conmigo, para tener mayor presencia y fuerza.

Yo no quiero juntarme con ellas, tienen demasiada ansiedad por llegar por hacerse aguacero y llovizna. Yo solo quiero disfrutar, discurriendo por cada trazo de cañería que me guía, hasta llevarme a los extremos donde el aire me impulsa, me hace agarrarme a paredes y cornisas que me dejan caer al vacío como si se tratase de una montaña rusa, subo, bajo y mi estado se encuentra mejor, siempre deslizándome por las paredes sucias de colores distintos y sabores amargos, reposando entre los huecos de las ventanas, deslizándome por los cristales, mientras observo las vidas.

¡Sí, me gustan los cristales! Puedo ver el interior con persianas que cubren hasta la mitad las vistas de unos habitantes que se mueven mucho más de prisa que mi propio impulso por llegar a mi destino, marcado antes  de ser simplemente una partícula, de ascender con billones de ellas, cada cual con su forma distinta aún sin definirse en encadenadas y diminutas gotitas.

Cortinas que tapan la desnudez que ocultan, unos cuerpos que también, igual que yo, se formaron de la misma materia transparente y limpia, partículas del cosmos que les dieron forma humana y débil ante la sensación que les produce una simple gota caída del cielo, soltada por las nueves y que al roce con  esa piel descubierta, débil y de sensaciones asustadizas,  se encoge al contacto con la humedad de una simple gotita de agua de lluvia.

Discurro alegre, me gusta, lo que veo, aunque me asusta, me detengo un rato, quiero disfrutar sin que se me empuje a seguir deslizándome como una loca en busca de más gotas hermanas que tan solo quieren fundirse conmigo para caer más fuerte para deslizarse más rápido hacia ese abismo que aun, a mí no me llama, no me gusta.

Quiero, deslizarme suave, sin que se me note, dejando ese rastro y perfume que con el viento limpia la atmósfera de olores que me confunden desde que abandone el mar y me subía en las nubes que cruzando el cielo acariciaron el aire cálido hasta dejarme caer chocando contra todo lo que desconocía y que ahora me seduce ir descubriendo mientras me deslizo suave, sin prisa, perdiendo mi esencia de gota de lluvia, de partícula de vapor de agua con sabor a sales marinas.

Discurro ya sin darme cuenta por los resquicios de las paredes, escapándome del impulso que el viento me provoca en cada investida, tengo que tener cuidado que mis hermanas no me toquen, no quiero fundir-me aun, no quiero que me arrastren tan deprisa, quiero pararme y verlo todo, aunque estoy perdiéndome por momentos, quedándome suspendida.

El aire me zarandea, vuelve de nuevo a forzar mi caída, me libro por poco de tocar el suelo, me ha salvado un toldo, desplegado y lleno de polvo que ha cambiado mi orientación, color y textura. Estoy parada, me encuentro sucia, el viento me empuja y al final me caigo escapándome de una tromba de agua que ya no está definida, todo me produce una excitación nueva y distinta, quiero seguir sola, sola discurriendo por el suelo, esta vez ya en tromba de agua fundida, dando vueltas y vueltas, sin color aparente y confundida.

Acabo entrando por una alcantarilla, discurro por los bajos fondos, llenos de mierda hasta arriba, veo ratas y desperdicios de una sociedad sucia que no cuida su entorno ni sus vidas. Aquí abajo te encuentras de todo y demasiada agua como cascada fundida. Con lo bien que estaba hace un rato balanceándome por las cornisas, por las paredes y el toldo, ahora me siento sucia y perdida.

¡Si solo soy una gota de lluvia! Una gota diminuta, que tan solo pretendía explorar un mundo nuevo fuera de donde procedo de esas partículas de polvo, de sales marinas, elevadas hasta el cielo y montadas en nubes, nubes que me transportan a mundos distintos cada vez que me recogen y de nuevo me sueltan para que refresque las vidas, empapándolo todo cuando ya por más que lo intente no puedo escaparme, choco  me fundo en llovizna o aguacero que discurre como ahora por los fondos de una ciudad de alcantarilla, que me empuja con fuerza que me expulsa por sus tuberías llenas de mierda y basura de lo que tiran sin reparos, de lo que no deberían hacer y lo hacen sin importar-les que me ensucie, que mi esencia acabe contaminada por su mala forma de vida.

Salgo con fuerza, sin ser distinguida, no tengo voluntad propia, solo soy una gota mezclada con el agua que la lluvia a unido y arrastrado hasta soltarlo todo en un rio de porquería, con una salida entre rejas que nos difumina, saltando de nuevo. Me agarra el viento y me eleva, estoy salvada, vuelvo a ser yo misma, caigo sobre una rama perdida, navego en su lomo, sin dirección aparente, arrastrada por la fuerza que impone el flujo del torrente que se ha formado con la lluvia caída.

¡Y yo! Solo quiero ser de nuevo una gota de agua desprendida del cielo, que marque los cristales, que se me mire discurriendo por cada pared, por cada toldo que se cruce en mi camino inexorable, como mi destino prescrito antes de formarme en una partícula de polvo y de sales marinas, que limpia y refresca el mundo en el que los hombres viven y no cuidan.

Choco contra un montón de ramas, neumáticos, sillas y botellas de plástico amontonadas en la orilla, discurro lenta y de repente otro golpe de aire me eleva y me posa sobre una hoja muerta, marrón y con forma de barca que me lleva con la corriente hacia la mar, la mar que me espera de nuevo para empezar otra aventura, a saber esta vez a donde me llevara y a que tierras, fértiles o secas para que de nuevo florezca la vida, con una simple gota de agua, gota de agua marina.

Solo espero que la próxima vez, que me eleve como vapor de agua, como partícula, como lo que soy una diminuta gotita. Me deje caer sobre la tierra que me necesita, para fundir-me en ella, fertilizar-la y darle vida, calmando la sed del que la habita, animales y hombres, plantas y árboles, seres diminutos y un sinfín de vida.

¡Al menos la tierra es siempre más agradecida!  En el asfalto solo limpio la mierda de quienes no tienen el cuidado de no echarla, de no tirarla como si  ese fuese mi trabajo, de barrendera y haciéndome perder mi propia textura, mi color y mi hermosura. Que yo he nacido y renazco una y otra vez para regar, y fertilizar la vida, en campos y jardines, donde el verde transpira y renueva ese aire que me trae, que me impulsa que me cuelga de paredes y cristales, y me descuelga de toldos y alcantarillas para devolverme podrida y contaminada a la mar, mi madre, la que nos da el alimento y alimenta la vida.

A veces los humanos, las gentes, los hombres se olvidan, que tan solo soy una simple gotita de agua, de agua marina. Que tengo vida, vida propia y la entrego, la comparto sin pedir nada más que se me deje discurrir libre y limpia para de nuevo volver y seguir dando vida.