Leoness

Ella… y el Mirlo…

Ella, en su pedestal, acaricia el azul cielo,

sobre Álamo desnudo de hojas caducas,

junto al Ciprés ascendente y perenne,

espera un volver a revivir, con anhelo.

 

Ella que al Álamo le entrega

el ocaso de su existencia declinada

y de ocres ajados rodeada,

del árbol madre, la sabia, no le llega.

 

Del norte gélido, un ventoso azote,

cortante, hiriente, le hace temblar

la frágil base de su sustento y empieza a helar,

contra su voluntad, provoca su rebote.

 

En su lenta y revuelta caída

de sus compañeras perennes, despide,

y de ella el Mirlo, que no se olvide,

revoloteando por el viento, en agitada despedida.

 

Adiós Mirlo querido, por tus ratos inolvidables

por tus canticos de primavera a otoño

por tus juegos y emociones volátiles

 

Revolotea hacia la tierra, en fútil retorno

en que se  transformara en materia,

de nuevo, a servir de soporte del entorno.

 

Cerca ya del suelo, un remolino la enviste,

vuelve a ascender su vuelo,

ella no quiera perecer y resiste.

 

Otro remolino, da con sus restos al suelo

se arremolina con sus antiguas hermanas

y observa; del Mirlo, una lágrima de consuelo…