Klore

Tres instantes

La noche es una humedad en el techo

y se rompe en silencios.

Roger Wolfe lee sus poemas

desde el pasado en una pantalla de ordenador,

aunque él desea la intimidad.

La vida es diferente desde hace unas semanas,

pero no sabría explicar por qué.

He vuelto a tomar café de madrugada,

a respirar plomo que densa la sangre

y a soñar dentro de las cartas de Cassady.

Pienso, a menudo, en que amanezcamos

en las páginas de cualquier libro,

en las conversaciones que no vamos a tener,

en taparme la soledad con una manta de cuadros

o una culpa magnética saturada de una gradación de ángulos

de todas las imágenes la imagen.

Así, o al revés, transcurren, en fin,

estas sucesiones temporales,

hasta que imagino un diluvio de humo

en una terraza de un bar de París,

y no puedo más que llorar

porque Cortázar está muerto.