Anabell López Rodríguez

El árbol y yo.

Atraída por su belleza,
busqué refugio bajo sus hojas,
aquella tarde de tormenta.
Talle mi nombre en su tronco con mano firme, sin tener su dolor en cuenta.
Se convirtió en mi guarida, me salvó de mi dolor.
Me alimente de sus frutos,
me arrullo con pasión.
Me acurruque en sus raíces y sin pretenderlo así, nos fundimos en un beso, nos dejamos morir.
Cual ave desesperada,
entre sus ramas construí mi nido.
Sano mis heridas,
fue mi paz, mi abrigo.
Lo regue con rocío en verano y floreció en la primavera.
Loco de amor delirante,
desnudó su alma entera.
Cambió su color en otoño, se deshojo tristemente, partió el ave y el árbol se mustia y marchita solo, lentamente.
Se sienten los vientos fríos del invierno despiadado, se ha ido el amor, se marchó el ave, espera en el mismo lugar, el árbol.