Amé con el amor que sabe a cielo,
hallé de la pasión su hermosa clave,
y di del corazón la tierna llave
que abrió de la ilusión glorioso anhelo.
Viví de la emoción el terciopelo
que ofrece la caricia dulce y suave;
y anduve mis quimeras en la nave
que lleva por los mares del desvelo.
Ahora que las hojas de mi vida
otoño las marchita lentamente;
contemplo la vereda recorrida
mirando ya las nieves en mi frente;
y pienso que de luz estuvo henchida
sintiendo del placer su llama ardiente.
Autor: Aníbal Rodríguez.