La vida es una mesa llena de polvo, un tablero lleno de partículas en movimiento que desaparecen gracias a la conciencia. El polvo nos alimenta , nos diferencia de las otras especies. La suciedad de la mesa, el mundo desconocido se va a ir diluyendo poco a poco a poco hasta que un impulso lo haga volver al tapete, el bucle infinito que recorremos intentando buscar una salida, disfrutamos en el intento sabiendo que al único puerto al que llegaremos es a donde todo empezó, al momento en el que la mesa estaba cubierta de polvo. El trayecto esconde bajo un tela invisible el tiempo, el lugar, aspectos necesarios para la limpieza pero ausentes en la mesa en si. Que sería del polvo sin el deseo de abrillantar, que sería del deseo sin algo que desear.