Angel Montenegro

¡Amiga, te amo!

Fue amor, sí. Aunque no tan débil como lo aparentábamos; Nos amábamos, si... profundamente.

 

Por esas razones en las que uno abandona la carrera sin antes haberla empezado, fue que nos separamos. 

Yo, no quería un noviazgo, eso es cosa de pocos años, idas y vueltas nada más. 

Le propuse algo para toda la vida, una amistad venidera; compañía dulce y amarga que podrían variar depende nuestras emociones y el estado en que su corazón y el mío se encuentren; en fin, cualquier gusto que esos dos locos nos pidieran, porque no hay lazo más fuerte que el de una amistad venidera. 

 

No es necesario siquiera decirnos te quiero, pero bien sabes tú qué te quiero. En las mañanas cuando abren tus soles, en las noches cuando mis lunas se cierran, hasta en los ratos en que mis gotas se caen y tú estas ahí, como esponja, secando más fuerte la piel que el sol por sus tardes.

 

Con el sentimiento que nos recuerda lo que es ser para uno y para ambos, así nos quieren nuestros corazones, indispensables el uno al otro. Así, nos queremos. Quien más, que tú y yo... Amiga mía.