Pedro M. Ortiz

Disimulado y cuatro días bajo un sol.

Siento mi memoria brusca y ataviada

Llena de dudas y pesados claroscuros.

Se desarrolla larga desde el renuente pasado

Y hasta tiene párrafos suscritos del futuro.

Yo ya no quepo en mí ni en mi memoria,

Ni mi voz tiene un lugar en su oploteca.

Y ahí vamos, ser y voz sobre la escoria

Recogiendo el sol desde el poniente azteca.

Hay un lugar para nosotros en el río

O en la ciénaga que el monte esconde.

Allí mi voz busca un refugio a lado mío

Pero el ser sin la memoria no responde.

Yo ya no puedo hablar de mí conmigo

Porque mi voz se fue también lejos del río.

Más hay cebada y lupus junto el trigo

Y el espacio junto a mi sed está vacío.

Hoy me embriago sin mi voz, lejos del hombre,

Bajo el dintel montado, ¡Yo!: Iridiscente, azul, disimulado…

Y entre las jambas voy, delimitando un yo sin dimensiones.