S Esteban Esquivel

Saos: Capitulo 1

Esto es un cuento.

 

 

Jamás entendí porque la mayoría de los seres adopta como único é inalterable estilo de vida el sedentarismo. Lo he vituperado en bastantes ocasiones, a decir verdad, en cada oportunidad que se me presenta y no exagero al confesar que no desperdicio ni una sola de estas oportunidades. Poseo una sed de ser libre que me permite deponer este dogma malicioso de mi mentalidad, en mi mente no dominara nunca mas ese vacío reinante del sedentarismo.

Recuerdo haber escuchado el vocifero tenue de esa rechoncha y vieja caja de luces y sus mil voces. Cuando la gran campana de la sala suena 8 veces empieza el tema: sobre unos antiguos grupos de nómadas ‘’homo sapiens, homo Erectus, homo Neardental’’ y falacias más se le puedan ocurrir. Habla sobre ellos como una especie de humanos con un vello corporal muchísimo mas nutrido, con unas frentes toscas y un extraordinario sentido de defensa y una organización colectiva fuerte al atacar, estrategia pura, pues por separado no hacían mucha diferencia, más bien se convertían en la presa del objetivo. Unas cuantas baterías de repuesto porque su energía era incansable, una envidiable capacidad de adaptación y sin contar que poseían una desmedida fuerza. Y si esto no fuera poco, un sentido de agronomía que parecería innato, pero en realidad es el resultado de generaciones esforzándose por aprovechar al máximo los recursos. Lo sé, parece increíble que este grupo de primitivos transeúntes cavernarios y salvajemente ordenados con contadas prendas de pieles de animales, descalzos y con armamento lítico fuesen capaces de derrotar a animales de dimensiones extraordinarias, la ‘’megafauna’’ como dice la caja de luces y mil voces. No cabe duda de que a veces tiene unas ideas risibles é inverosímiles. Resulta estulto pensar que los pobres humanos puedan concretar proezas de tal magnitud ¡Solo míralos! Tan torpes y en exceso gordos, posados cómodamente en la comodidad de sus sillones y permítanme recalcar su nivel extremo de pereza, ¡Claro que sí! Para todo tienen un practico control remoto, no tienen la necesidad de mover un solo musculo. Pareciera que solo se levantan para comer y para dormir.

Son inofensivos, no se porque mi madre tiene esta apremiante necesidad de penalizarme cada que intento observarlos, ¡no hacen nada! Que de malo tiene, y si la contradigo hablo con una pared, no funciona ningún argumento. Soy mas listo que los humanos, pero mi madre no termina por entenderlo. Aquella ocasión la gran campana se sacudió 11 veces, es habitual que los humanos abandonen sus habitaciones a la 11va campanada, eso nos facilita el acceso y libre circulación por las recamaras. Pues esa tarde la familia avitualló sin ninguna pena 6 suntuosos filetes de pescado blanco del Nilo, eso me dijo mamá. Preparados al mojo de ajo acompañados con una generosa porción de arroz blanco y su respectiva e hipócrita ración de ensalada verde. Al terminar encontrábamos por doquier residuos de este maravilloso festín, nos encontrábamos en el paraíso de las sobras, un buffet mas que merecido. Cada migaja venía con una dosis de revitalización exquisita, hasta que de pronto apareció el humano más gordo y feo de la familia. Un ser escabroso con ceño fruncido y largos bigotes que pecan por ser tan ridículos encendió la luz y huimos pavoridos de su escalofriante rugido de furia, teniendo la ligera sospecha de haberlo molestado. Al llegar a un lugar seguro percaté de que faltaba mi madre, que en esos momentos era arremetida por la escoba vieja el humano por coincidencia encontró a un lado de él, entonces corrí para escabullirme entre sus grandes y olorosos pies, para lograr ganar y así puedan huir mi madre y mi hermano hasta debajo del frigorífico. El gordito ese no se canso de maldecirme mientras fallaba sus ataques, cuando menos lo pensó yo ya estaba seguro debajo del sillón, claro que no contaba con que este hombre sacudiría el sillón hiriéndome de esta manera con un clavo mal colocado que me causo un dolor inmenso y un malestar insoportable. Emití un chillido de auxilio muy agudo mientras salía expulsado por la energía cinética provocada por el brusco movimiento, mientras intentaba reincorporarme el hombre me sacudió con una patada que, por fortuna me llevo al lugar más seguro que existe, con mi familia, en las penumbras del frigorífico, inmovilizado, pero sin correr ningún peligro. La serenidad del lugar y el desgaste del enfrentamiento me llevaron a un sueño profundo que terminaría hasta la mañana siguiente.