Romey

Poesía

Expansiva se abría, y yo miraba encantado, más claro: hechizado, se le caía la ropa y se le veía la carne rosa lista para el beso. Crecía, crecía siempre su cuerpo, y yo me quedaba cada vez más pequeño, pero encontraríamos la forma de amarnos. Como una hormiga le haría cosquiyas yo, y eya como una diosa me daría la vida

 

 

Ascensión vertiginosa relampagueando
rayos en la luz de un atardecer aguado
Y el vuelo se bifurca
pensando en sentir
muchas ventiscas en una
noche con su trajín
de estrellas bailarinas y sombras
que tejen sin fin
instantes como eslabones, olas,
unas tras otras
subiendo todas juntas y tan solas
al cielo gris

La deslumbrante corona del día
cae de las nubes y aviva los colores
Se presiente el trajín de la noche,
la caída del imperial paradigma,
y luz blanca retumbando en la sima,
donde despierta una ligera brisa
que viene y acaricia cada brote
de vida, impregna la conciencia
en sí misma, y la desvela completa

Es un instante memorablemente ajeno al tiempo,
una fusión de diferentes realidades en un solo espejo,
caos y cosmos, nada y todo convergen sus reflejos
como dos cabos sueltos en un nudo prieto,
en un mundo medio, en un punto que es centro
de todo el universo, cuyo lucimiento secreto,
aquel jardín primigenio es este mundo de aquí, sin el velo