Jorge Horacio Richino

AQUELLAS CALLES DE BARRIO HUMILDE

 

Transcurría la primera mitad del siglo XX. Buenos Aires era una ciudad pujante y progresista que se iba modernizando día tras día y las clases medias ya tenían un mejor pasar debido a que las condiciones económicas y sociales mejoraban en Argentina.

Pero a pesar de ello en algunos suburbios de la ciudad todavía continuaba viviendo gente de categoría más humilde, trabajadores aún ligados a actividades que se estaban pasando de moda, pero algunas de ellas aún subsistían con el progreso.

Un ejemplo eran los carreros*, que distribuían la leche, el pan, pescados, y los vendedores de cacharros, escobas y plumeros y otros tantos oficios. Por eso la presencia de los herreros (herrador de caballos) en algunos puntos de la ciudad. Curiosamente, estos últimos convivían ya  con el oficio de gomero (comerciantes de gomerías para automóviles que iban creciendo día a día), pero ello ya es harina de otro costal y prefiero no perder el hilo de lo que les estoy relatando.

En general, estos trabajadores, habitaban la zona sur de la capital y allí todavía se respiraba un aire a nostalgia de otras épocas, pues las costumbres se mantenían -en algunos casos- a la vieja usanza.

Solía pasar o visitar aquellos sitios (por familiares, amigos y hasta por alguna noviecita de adolescencia) y conservo muchos recuerdos. No es que yo viviera en un barrio ilustre, pero ya se mezclaba en el, el modernismo con lo que de a poco comenzaba a salir de circulación.

Entre esos recuerdos figuran algunas calles aún sin asfaltar donde los niños jugaban a la pelota y daban rienda suelta a todo tipo de travesura que pudieran realizar; también las viviendas mezcladas en categoría, algunas con rejas y pequeños jardines al frente, usualmente con rosales, y otras con sus sencillas fachadas modestamente revocadas y pintadas a la cal.

En esas arterias de barro, muchas sin desagües pluviales, las aguas iban a parar a una zanja que distaba a unos dos metros aproximadamente de los frentes de las casas y en concordancia con las puertas, solía haber un pequeño puente, ya sea de madera u otros materiales como piedras o ladrillos, para poder cruzar el mencionado desagüe.

Como podrán notar, todo era verdaderamente muy modesto... por no decir pobre.

Cuando entraba la noche la apariencia de esos lugares se hacía más densa y extraña. Ya todos estaban en sus casas y muy pocos frecuentaban la calle, solamente los jóvenes o malevos*, que se apostaban en las esquinas.

Todo era sombrío y turbio. Los perros ladraban desconsolados, vaya a saber uno el porqué; lo que aumentaba la tristeza del desolador paisaje.

Luminarias públicas no abundaban. Solo un fanal colgaba en la intersección denominada \"esquina\", que con pálida luz apenas alcanzaba a contornear las formas que ocupaban el lugar.

El observar esa imagen era de una inmensa tristeza, y en ese instante algo -no se qué- se cruzaba por la mente... y se te desgarraba el alma de pena.

 

 

Jorge Horacio Richino

Copyright

 

Carrero: Hombre que tiene como oficio el guiar las caballerías, utilizando una carroza o vehículo similar.

Malevo: (Río de la Plata) Hombre pendenciero, provocador, de mal vivir y diestro en el manejo del cuchillo; su figura se convirtió en personaje de tangos y sainetes en las primeras décadas del siglo XX.