Edel Vicente González Pérez

Embustera soledad

 

Le sonreí a una soledad,

continué riéndole;

emití un suspiro y lo acepté,

ella siempre me acompañaría,

la tomé en mis brazos

la dormí con ellos,

la abracé con celo,

¡maldita soledad ahora te quiero…,!


No está vacía en su destierro;

la arropan pensamientos,

inefables meditaciones;

sabe de la melancolía y la alegría,

de la paz y la frustración,

de la tranquilidad y la agonía,

de la ausencia y la añoranza.

del gozo y la aceptación.


En ardua espera

se suceden los días,

caravanas de deseos e ilusiones

y de utópicos anhelos,

llegan las noches y nada pasa,

nada queda.


¡Quema esta soledad!

Y siguen turnándose los soles

de lunes a jueves,

de jueves a lunes,

para que algo suceda,

para que algo quede.


No es liberadora como la imaginé,

ni auto conmovedora como la esperé:

es amarga y hostigante,

es opresiva e inquietante.