Eduh Siqueiros

EN EL DEFINITIVO AMANECER MÁS ALLÁ DE LOS OCASOS

¡Rocas ígneas del centro bajo mi suelo aplasten mis temores!;
¡cuerpos nubíferos sobre mi cráneo, envuélvanme entre sus brumas!,
¡oh inmensidad oceánica, concédeme la ablución para limpiar mis pecados!;
¡oh trono promisorio de mi dicha sueño tu paz y tus jardines,
duermo sobre tus alfombras, me alimento de tus manjares!;
¡oh trono promisorio do preside la soberana de mi cedida voluntad
te prorrogo y te invoco y te anhelo y te reclamo,
porque en tu suelo se posan los pies sagrados de la mujer que tanto amo!

No quiero la ausencia de la dueña de mis sueños,
no acepto la privación de sus embelesos,
no me quedaré en el suelo remoto donde he nacido,
ni me mudaré al país de su olvidó,
porque aspiro el verde y suave fluido de sus labios efusivos.

Amo su piel primaveral, sus senos enaltecidos,
sus ojos de natura, sus muslos confortables;
su luminiscencia etérea, sus sentimientos potenciados,
su mística fantasía, su sacrificio, su fe...
por eso mi alma tanto le seduce, y le toca, y le provoca, y le complace.

Le amo con vehemencia que más prefiero en sus brazos morir
para no morir sin sus brazos y contemplar así por siempre
las pupilas de sus ojos despiertos y los párpados de sus ojos dormidos
cada día más allá de la trasmutación de lo tangible,
en el definitivo amanecer más allá de los ocasos.