Juan070

Lágrimas

Con el tiempo he ido entendiendo que la vida tiene una sutil forma de moldearte para convertirte en esa obra de arte que todos los seres humanos estamos destinados a ser. Una forma que, a veces, se antoja placentera y otras muchas tantas, algo misteriosa y certeramente dolorosa. ¿Qué te ha llevado a ser quién eres hoy? ¿Alguna vez te lo has preguntado? Creería que han sido las risas, han sido los momentos de reflexión, ha sido la chispa del fuego que arde en los ojos de quien te ama, han sido las veces en que has dirigido tu mirada al cielo para contemplar el infinito misterio que es la vida. Han sido todas esas y muchas más cosas le otorgan sentido a nuestra existencia.

 

Pero también lo son los sentimientos subyacentes a todo eso. La causa primera que hace arder nuestros corazones. La causa primera que nos enfría el alma y nos hace amar ese caparazón que siempre juramos apartar. Risas que no fueron risas, fueron llanto y melancolía ocultos tras una apariencia; Pensamientos que no fueron reflexión, fueron trozos de dolor que te forzaron a cambiar para evitar sufrir más de lo necesario; Lágrimas (Esas amigas tan nuestras, que tan bien reflejan nuestro espíritu) que se deslizaban por tus mejillas para morir en tu piel, lágrimas que finalmente dejaste caer cuando el peso de la apariencia fue demasiado, cuando solo querías hacer un descanso del mundo y permitirte ser humano de nuevo. Qué mejor manera de hacerlo que, por supuesto, llorar sin preocuparte por las manecillas del reloj corriendo.

 

Son ellas a las que quiero agradecer y dedicar estas líneas. Por su importancia, por su increíble forma de permitirle a la melancolía fluir naturalmente hasta que tu ser queda menos apesadumbrado. Gracias a ellas por permitirnos ser humanos, por rememorar nuestra naturaleza frágil e imperfecta. La sociedad nos dice fracasados, feos, inútiles, nos augura un mal trabajo o un desamor, pero nuestras lágrimas recuerdan lo contrario. Nos dicen que somos humanos. Que podemos y debemos equivocarnos en la vida para crecer, que somos hermosamente imperfectos.

 

¡Es terriblemente desgastante y agobiante! Tener que acostumbrarte al mundo y su eterno afán y devenires sin mucho sentido. Conseguir un trabajo aburrido y humillante solo por el sueldo que te da la falsa sensación de seguridad mientras tu salud y tu vida van menguando, lentamente. Tener que mostrarse siempre optimista cuando en tu interior los trozos de felicidad se quiebran progresivamente. Saber que tienes que simpatizar con otro ser humano quien será “El amor de tu vida” y cuyo amor muchas veces será hipócrita y no te valorará pero que te quedas ahí por miedo a la soledad. A todos esos males, las lágrimas son la solución ideal.

 

Siempre me sentí inferior por llorar. Porque no tenía el trabajo ideal, porque mi actitud no siempre era la exigida, porque me engañaron en el amor tantas veces. ¡Pensaba que era inferior a los demás! ¡Cuán equivocado estaba! No hay una sola lágrima por la cual debas arrepentirte pues en cada llanto hay un reflejo del ser humano que hay en ti y ese ser humano es siempre arte. Es siempre la perfección de lo imperfecto. Es de valientes mostrarse frágil en un mundo que te pide ser fuerte.

 

Por eso aprecio y respeto a quienes lloran. Porque no temen quitarse la pesada mascara de las apariencias y mostrarse frágiles como la naturaleza los forjó. Admiro  a la persona que se atreve a llorar frente a mí y mostrarme su auténtica naturaleza humana, vulnerable e imperfecta. ¡Cuán distinto sería el mundo si dejamos de escondernos para llorar!

 

Valora tus lágrimas porque son la sustancia que conforma tu alma y nuestras fieles amigas cuando la melancolía toca a nuestra puerta.