Atedita

Seducción


Cuando me mira a los ojos
y susurra ardientemente: ¡eres mía!
mi cuerpo estalla
cual volcán en erupción.

Su sonrisa seductora
y su mirada de deseo,
quiebran mi espíritu
y languidecen mis piernas.

Su voz de trueno al ordenar
que le de la espalda al mundo,
hace que sólo espere el suplicio
de su hombría.

Sus manos viriles castigando
la blancura de mi piel,
son la perdición de mi cordura.

Tiemblo cuando jadeante me dice:
¡simplemente, te pertenezco!