Alberto Escobar

Yo, puto

 

Sucumbí a tus encantos
como lobo herido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Yo, puto,
ramero,
río que no desemboca,
rastrero,
rastrojero,
arremangado de carnes,
robador de mujeres,
rencillador,
arrastrador de destinos,
rastreador de honras,
de hímenes rosados,
de ilusiones de cuento,
macilento,
desengañador,
pulverulento, mancillador,
electrocutador de sentencias,
deshollinador de aforismos,
tecnicismos y demás morralla,
canalla de la más excelsa canalla.
Rompedor de secretos,
de flores secas que perecen
entre las hojas de un libro,
suicidio y suicidador de voluntades.
Tiberiades que fue pila
de agua bendita, maldita,
Afrodita que me empuja
al coito interruptus.
Pater noster que me perdona
la molicie de mi carne,
la blandura de mi costilla,
la chiquilla que se quiebra,
como cervatilla a las fauces
del lobo de Caperucita.
Recapacita muchacho,
sal de este agujero negro
que te alumbra.
Vislumbra la maraña
que no engaña a los ojos
del hechicero.
Te quiero, cuídate y cuídame
de este derrotero, entero             y me entero. 
Este es mi manifiesto y aquí
te lo dejo.