Pedro M. Ortiz

Alma y tres días bajo un sol.

¡Qué ecos los que retumban, olvidados!

Están acorazados bajo el angosto mar.

Sí, es angosto en nuestro pecho liado,

Redoblado por la crianza y el azar.

Se seca el mundo en este eco árido

Y se atormenta el cielo entre rebujos,

Más el llanto es un remedio ingrávido

Y va mi alma escapando entre sus flujos.

Encima de tanta hez huele a materia,

Huele a lunares crispados por el sol;

¿Huele ese olor el lastre y la miseria?

¿Huele ese olor la edad de mi albornoz?

Bajo una piel, un alma me mira de soslayo…

Alma, querida, ¿por qué no hablas?

Quiero escuchar tu voz.