Veo esa pequeña espalda encorvada
de hombros caídos al peso de un haz
de noventa y cuatro años, incapaz
e inerte, con la brújula averiada.
Tortuoso le han diseñado el trayecto
al azar, los últimos cuatro lustros,
alejada de apreciados gustos
y enajenada del sublime afecto.
Así tengo a mi madre todavía,
y en la peor angustia de mi amor
ante la clemencia divina apelo;
Y al verla tan enferma, en mi dolor
milagros al cielo arrebataría
cuando todo está perdido en el suelo.
21 de agosto de 2014