Axel Dueñas

Romance de la flor y la tela

Caminando por la calle

miré una flor que nacía,

del borde de la banqueta,

dulce, tierna y amarilla.

Me detuve a contemplarla

olvidando a donde iba

cuando de pronto, escuché

una voz que me decía:

“Disculpa ¿Qué estás mirando

con tal asombro y tantísima

emoción?” Yo respondí

señalando la flor: “Mira

¿No es acaso milagrosa

la exquisita florecilla

al borde de la banqueta

dulce, tierna y amarilla?”

Y entonces la voz me dijo

de manera compasiva:

“Me parece que fantasmas

como un loco tú deliras

¿En verdad no te has fijado

que esa flor, la que me indicas.

no es más que un jirón de tela

sucia, triste y amarilla?”

En el acto giré mi 

rostro y observé una niña

de cabello negro y ojos

como velas encendidas,

que lentamente tomaba

el jirón de tela fría

y, a su vez, limpiaba con

delicada sacudida.

Absorto miré su mano

y pensaba que mi vista

me engañaba, o quizá

me engañaba aquella niña.

 

Pasaban mil automóviles,

vientos de tarde crecían,

y mis ojos se quedaron

como negras rocas frías.

Quizá de un vestido fue,

o quizá de una camisa,

no importaba, pues lo cierto,

es que flor jamás sería.

 

Caminando por la calle

sucia, triste y amarilla

olvidé un jirón de tela,

una flor y aquella niña.