Raúl Carreras

Seven

El pecado del fornicio,

ese lascivo delito

de Asmodeo y su apetito,

la lujuria sin prejuicio

con desenfreno y por vicio.

Belfegor el perezoso

también se muestra doloso,

por desgana y por acidia,

pecando por la desidia

de subsistir siempre ocioso.

 

El bodegón que le anula

Belzebú, el muy glotón,

que llega a la indigestión

comiendo como una mula,

sin bula, solo ansia y gula.

No le vale la enseñanza,

se perdió toda esperanza,

Amon es un resentido,

es la ira de un ofendido,

su deseo: la venganza.

 

Consumido por los celos,

el demonio Leviatán,

ni postrado en el diván

de la envidia y sus anhelos,

elimina sus desvelos.

Y es Mammon un miserable,

usurero y detestable,

malicioso y con codicia,

en su mundo de avaricia

de simonía insaciable.

 

Lucifer, ¡el orgulloso!

Un diablo prepotente

la soberbia es la simiente

que has enterrado en el foso

de tu infierno vanidoso.

Los pecados capitales

tentaciones infernales,

esas pasiones malvadas

de las normas quebrantadas

desde tiempos ancestrales.