Miguel Ángel Cisneros

Instantáneo

Cuando estalla el trueno

ya no hay nada que hacer.

¿Para qué cerrar los ojos?

Si su relámpago ya te habrá cegado la pupila

y todos tus pensamientos

estarán ligados a ese haz de luz

que te desconecta del ahora.

¿Para qué taparte los oídos?

Si su estruendo ya te habrá

nublado la consciencia

y será el homicida que perpetra

el asesinato de tus sentidos.

 

Cuando cae el trueno,

no queda más que callar

y agradecer, porque mañana

no se escuchará su eco

en las campanas que no doblarán.