Podría mi tristeza, volverse melodía,
podrían mis ensueños, los tuyos anidar,
podría por las noches la luna contemplar,
mirándome en tus ojos, que son mi fantasía.
Podríamos ansiosos, de amor hacer orgía,
podríamos la vida, de un sorbo hacer vibrar,
haciendo que el delirio nos llegue a emborrachar,
con ese dulce vino, que ardor despertaría.
Y luego... ya pasadas las horas de embeleso,
dormir igual que niños que arrulla un querubín;
sintiendo en nuestras almas, la gloria del exceso
que deja en nuestro lecho perfume de jazmín:
después... y de por vida, sentir que vivo preso
de ninfa parnasiana, que habita mi jardín.
Autor: Aníbal Rodríguez.