susoermida

VINO.

Me tomé un vino, un vino claro y resuelto.

Quería recordar la forma de darte un beso

y recurrí al sabor de la vid hecha labio y forma.

Con el sorbo primero, imaginé tus labios mojados

y los míos inundados por el deseo de tenerte.

Fue un trago de fina boca y profundo sentir.

No embriagó el primero pero si sentó las bases

de seguir besándote y la impronta del segundo vaso.

 

Cerré los ojos para que tu boca acudiera a la mía

en el nuevo sorbo, tragué su impronta y caballos desbocados

pasaron sobre mi memoria haciendo imágenes que me dejaron

como un hilo desplomándose. Ya iba el vino haciendo

su trabajo de recuerdo y yo con la sed solitaria

de acabar la botella que me habría de conducir al beso definitivo.

 

Seguí bebiendo y tu enmudecido nombre se hacia olas en mis

sentidos.

Te besé en ceremonias y te acerqué a mi presencia como si tuviera

una uva que exprimir en mis manos y despertar así la atmósfera

de éste beso de mis labios que se queda desconsolado y sin ti.

Borracho quedé como un árbol derribado pero me pasé

el resto del tiempo tocándome los labios intentando encontrar

la lluvia de tus elementos mezclados con los míos.

 

La botella ya vacía era como un corazón traspasado

que hacía orillas con campanas llamándote.

Después de ésta razón llevo mi alma mojada sin tu presencia.

Allí dejé mi voz tranquila como una petición extendida esperando tus

besos.

La resaca me dejó consecuencias materiales sobre los trazos de mis

labios

y ahora sueño llamadas en plural para que me beses de la misma

forma:

mujer, vente pronto, ahoga estos vientos que circulan la bodegas de

mi sentir:

ven, bésame, dame el aire transparente que siempre busqué:

maltrata mis labios pero déjame que deje mi huella sobre los tuyos.