EL QUETZAL EN VUELO

ESOS SON MIS AMIGOS

Mis amigos son como la luz de tus ojos una tarde de trova: con ellos no sabes si esa noche habrá lluvia de estrellas, bombardeos sobre Bagdad o simplemente un beso en aquella parte oscura de mis letras, donde no llega con sus pies descalzo la soledad, ataviada con bisutería para engañar la tristeza y caer de nuevo.

 

Mis amigos escuchan a Cristo y se van tras de Marx, escriben por decepción y cantan por enfado, se escapan silenciosos de los pleitos y aparecen reconciliados y con gran estruendo. Nunca se sabe de dónde vienen ni donde van, pero siempre están ahí; con su amor, al bajar las cortinas y cerrar esos dolorosos círculos, que no cuadraron esa tarde.

 

Conocen el tono de mis canciones y nunca tocan a mi corazón, cuando saben que estoy reparando un sueño y regresan más tarde dejando una nota al pie de mi futuro fracaso. Con ellos puedo ser un kamikaze del amor, terrorista de la nostalgia o un rezagado de cualquier ilusión… y ellos unos rescatistas de mis sueños rotos.

 

Con mis amigos he sido Quetzal enjaulado y siempre me sacuden las alas y me ponen en cielos donde puedo recuperarme del encierro. Son cómplices de mis letras y vagabundean por ellas, escondiéndose en cada punto suspensivos. Más de tres veces me han prestado sus sueños, he tomado su guitarra y les he escrito un recuerdo en alguna servilleta.

 

Cuando mi corazón queda envuelto en una corona de espina como frente de Nazareno, llega cualquiera de ellos y siembra rosas en cada herida que dejan los sueños mal continuados; son ellos los que siempre me animan a cambiar de cuerdas cuando mi guitarra se vuelve lacrimosa y busca tonos oscuros en la madrugada.

 

Mis amigos entran y salen del corazón, sin dejar ninguna herida, van y vienen por los caminos del recuerdo y no levantan polvo. Saben cantar de madruga y caminar con paso lento por las tardes, me abrigan el corazón cuando el tiempo se pone travieso y juegan con mis sentimientos cuando estoy alegre, pero no dejan de ser unas bestias.

 

El himno sagrado de nuestra compañía, no lo puede cantar cualquiera, pues no existe una llave que abra ese candado. Cada uno busca y rebusca en el laberinto de la suerte la llave de entrada; pero una vez dentro, ni la muerte nos puede separar…ahí quedan para siempre, porque los amigos son promesas que siempre se cumplen.

 

 Mis amigos, son unas bestias, cuando se lo proponen.  Ángeles caídos, cuando el cielo los expulsa, inoportunos cuando la pluma juega a las escondidas con mi guitarra... ellos son muchas cosas; de tarde o madrugada, pero siempre son imprescindibles y se precisan necesarios, sobre todo en esas tardes de otoño que ellos bien conocen y disfrutamos.

 

 

LENNOX

EL QUETZAL EN VUELO