Jorge Briceño

Sinmigo

El zumbido del teléfono me despertó a la media noche, una voz grave y seria me habló de un lugar, un fortísimo golpe, un desgarrador accidente.
Sentí un peso enorme en el pecho, escuché un nombre: Gabriela Font, amante de los versos de Nicanor Parra y lectora empedernida de Sabines.
Llegué al lugar, su rostro apagado y frío me sobrecogía, cuánto valor en un cuerpo hecho trizas, me dije: Eres mi vida; y mírate, ahora estás muerta, estúpidamente muerta.

Tu risa está en la oscuridad, Gabriela.

En el silencio está tu cuerpo y en tu sonrisa, el tiempo; volver a empezar, eso es todo.

Seguir adelante enfrentando miedos y sueños conflictivos. Aunque la luna, Gaby, la luna esté hermosa y no estés conmigo.