Sinediè

Acaolne

 

Yo sueño la noche, cuando la luna 

pálida, inclinada sobre mi pecho, 

se abandona en un sueño de estrellas 

muertas ya sin brillo: su pelo negro.

Por mi cuello las puntas de sus dedos.

 

Pero ya el frescor de sus colmillos 

se alimenta de la oscuridad caída 

entre jirones de luces vagabundas,

el pulso de las eras, incrustados 

en la carne ciega de los siglos.

 

Entonces yo entiendo su hambre 

y abro mi muñeca a la sedienta 

para que beba de mis agujeros 

de gusano entra lágrimas eléctricas, 

los párpados del tiempo derrumbados. 

 

-Caos, me dice negra, no puedo morir.- 

  El rumor que la agita me ahoga,

  sucumbe penumbra a la deriva 

  y se hunde grávida, en un temblor, 

  su nombre Enicte contra el cielo.

 

- Vive entonces para siempre libre 

  en el ebrio resplandor esfinge 

  sola donde te eriges sola y profunda 

  sobre el horizonte de mis sombras.- 

  Se enciende revuelta la horda.

 

  Envuelven Acaolne, yo sueño

  la noche desnuda donde te tumbas