Te amo, 
minuciosamente, te amo, 
en el contagio de tu risa, 
resurjo, 
como un racimo de uvas, 
fresca, 
sabrosa, 
dulce, 
ácida, 
obstinada 
en el empeño de esa sonrisa. 
Te amo, 
en la vertiginosa caída 
de tus ojos, 
en los besos sin treguas, 
donde la noche se hace eterna 
y jadeante, 
en el gemido exhausto 
que nos derrite sin piedad 
al insistente gozo de la entrega. 
Te amo, 
como una danza descalza 
sobre la hierba, con plenitud 
y esperanza y alguna que otra pataleta.
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