Rafael Escobar

\"RESUMEN\"

 

Haciendo relación de mis memorias

de amores y delirios anegadas

recuento los instantes de mi vida

sentado en el cenit de la sabana.

Lo mismo que un zenzontle retraído

contemplo de horizonte hermosa franja

teñida con colores esotéricos

que tienen en sus tonos reflejadas

las horas de un pasado tempestuoso

que alumbra con celajes esmeralda

los sueños que nacieron a graneles

lo mismo que una lluvia de esperanzas.

 

Y miro las gaviotas que semejan

las alas de ilusiones ya pasadas

que traen a mi mente los momentos

de noches tan serenas y tan largas

que fueron escenarios de amoríos

en épocas preciosas y lejanas.

Entonces mis suspiros inaudibles,

sintiendo en su corteza la estocada,

se pierden en madejas de recuerdos

durmiéndose al compás de las campanas

del tiempo, que inflexible no detiene

del péndulo veloz su cruenta marcha.

 

Observo melancólica pradera

allende donde vuelan lindas garzas

y miro que revuelan en las brumas 

del sol, que lentamente ya naufraga,

en medio de las nubes vaporosas

de tintes misteriosos adornadas.

Entonces con tristeza desmenuzo

historias que una vez fueron sonatas

de tiernas ilusiones tan sublimes

bordadas con pasión en sedas blancas

que vibran con ardor aquí en mi pecho

con notas celestiales que emborrachan.

 

Clavado en mi embeleso de ese tiempo

retumban las ruidosas algazaras

de aquellas indolencias juveniles

sonoras como alondras en parvadas

que llevan en su arrullo la ternura

del místico sonar de la guitarra

que fue la compañera inseparable

en dulces y sentidas serenatas,

que suaves, armoniosas, virginales,

profundos sentimientos expresaban

haciendo del amor un sacro templo

con pírica quimera apasionada.

 

Cenefas de esas verdes primaveras

aún en mis recuerdos van guardadas

pensando en esas brisas matutinas

que un día acariciaron mis mañanas.

Pernoctan en la esquina del anhelo

que hiciera palpitar a mis entrañas

lo mismo que los vientos que sacuden

del trigo sus espigas de oro y grana.

 Ahora, como eternas amapolas

perfuman el anden de mis nostalgias

cubriendo con su efluvio tan etéreo

las velas consumidas de mi estancia.

 

Autor: Aníbal Rodríguez