Te acércaste... Y con fuerza la trajiste hacia ti con deseo. Desbordando tanta ansiedad que ella no pudo evitar sentir miedo. Miedo de tus impulsos.
Pero la abrazaste como antes y ya no tuvo miedo de ti... el lenguaje del calor de su cuerpo le hizo entender, que el malo no era él, sino ella por dejarlo ir.