Arnoldo Alonso

Un mosco transgénero

Miro al mosco y no lo quiso matar. Había cambiado el muchacho, una ternura había llegado en él. Lo vio. Lo trató de empujar hacia su escritorio y cayó arriba de él. Enfrente; su computadora y a su mano izquierda, contra la esquina de su escritorio y la pared; el mosco plantó sus patas y movió su antena, solo la derecha se movía. “¿La matare?” —se preguntó. “No sé, pobrecita. Es una vida viviente igual que yo” —se contestó a sí mismo. Luego se acordó que era temporada de dengue, vio cuidadosamente al mosco, le cambio el sexo, vio su colita picada lista para el ataque, agarro su cartera de piel sintética, vio de nuevo como movía sus antenas y la mató. “Pinche mosco, estaba chingon.” “De buenas que lo mate, porque me iba a salir caro el perdón.”