Joel M. Tapia

Si la vida, el adiós

Fueron noches frías y áridas,
aún más que las noches del desierto.
Con todo, estuve dispuesto a cruzar sus arenas
si acaso, en mi pecho y en mi frente,
hubiese tenido como un sello
la esperanza de que al final del camino,
me esperabas con las pupilas cargadas de amor.

Pero atormentado busqué tu imagen
entre las acuarelas de un ocaso otoñal,
en cambio, solo tus sombras mudas hallé
y me dejaste sin tu cuerpo de plata,
sin tu alma de fuego y cristal.

Entiendo que el cielo fue del celeste mas puro
y que un día, de una herida a otra, se nubló,
y fue el cielo mismo y su castigo, cargado y plomizo
que como a dos sentenciados nos fulminó.

Hoy, tus llagas han cerrado,
ya por olvido, ya por perdón,
mas las mías ¿acaso me han dejado?
Tú vives, pues ya no recuerdas,
mas yo, que muerto estoy,
¿qué misteriosa fuerza me resucitará?
Oh! ¡Si la muerte, el recuerdo;
si la vida, el adiós!