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EL AMOR SAJUSTADO

EL AMOR DESAJUSTADO

Sentado en tu sillón, con los ojos pervertidos de alcohol, un ademán desafiante se dibuja es tu boca, dejando escapar unas palabras rebosantes de maldad.
No te quiero y no estoy enamorado de ti. Me dices mirándome sin verme. Te contemplo sin asombro, de ti solo podía esperar quebranto. Pero esto estaba llegando al límite.

¿Cuánto puede soportar una mujer, por muy enamorada que esté?

Haciendo un terrible esfuerzo te conteste, intentando sujetar los reproches, reteniendo el llanto...No sabes el daño que me hacen tus palabras. ¿o lo está diciéndolo para eso? Me observa desafiante y sonríe.

Todo en ti es siniestro, tus poros destilan mezquindad. Me levanto de la mesa y me siento en el sofá dándote la espalda, para que no viera mis lágrimas. Continúa comiendo y viendo la televisión, sin que te afectara el vacío que la brecha de tus palabras deja en mi entraña. Mi cuerpo no responde a lo que mi mente se propone, o quizá sea la mente la que no está en condiciones de dar las oportunas órdenes.

La debilidad es tanta que no tengo ni un solo milímetro de mi cuerpo que me pertenezca. La cabeza, es como un tambor descompuesto; el estómago vacío, como una caracola de vitrina; las piernas como dos astillas de un árbol seco, que no permiten la voluntad de la huida.

Día largo, agotador de pesadumbres, buscando lo positivo que pudiera haber, sin hallarlo. Llega la noche en un callar en rebeldía, sin conciencia de lo que en verdad quiero. ¡Si lo tengo! ¿Pero, para qué? ¿Cuánto tiempo sin otro nuevo ultraje?

El sueño llega desconforme con mis miedos. Cuando soy consciente de que está a mi lado en la cama, me abrazo a ti sin codicia. Solo quiero asegurarme de que es verdad, que está a mi lado y he dejado de soñar. Poso mi boca sobre tu hombro desnudo, deposito un suave beso, intentando modular la respiración, para que parezca que duermo, el desasosiego delata mi conflicto. Ni te mueve. Me pongo leer el libro que tengo sobre la mesita de noche, ansiando que no te moleste la luz de la lamparita.

Intento meterme en la vida de los personajes de aquella interesante novela, pero me interrumpe mis nocivos pensamientos, deteniendo la lectura, una y otra vez. Tengo ganas de hablar contigo, la conversación que quedó pendiente de la mañana, pero el temor de que me digas lo que no deseo oír, archiva mi voz.

Por fin tomo la decisión de levantarme con sigilo. Me siento des guarnecida, como un pajarillo mojado en medio de un gran vendaval. El día se presentó gris e imperfecto, como en el último tiempo. Solo quiero que me comprendas, que me dé un poco de tu cobijo y cariño, cosa que sé que no hará. ¡Eres tan áspero conmigo! Las dudas me paralizan, ¿Qué hacer?, ¿Qué decir para no alejarnos más de lo que ya estamos? ¿Cómo volver a lo anterior, antes del deterioro de nuestra convivencia? ¿Cómo hacerte comprender que no quiero perderte, pero me siento desvalida, vulnerable ante el asedio de lo exterior? Nuestra convivencia se ha convertido una lucha entre David y Goliat, y yo ni siquiera sé utilizar la onda. En este desolado día, estoy anclada en un monólogo mudo, ¿que por mucho repetirlo no me convence Cómo convencerlo a ti ? La esperanza de que llegue la amnistía total se desvanece. Los ojos secos de lágrimas, dejaron surcos dolientes, ahora proyecta una melancolía extrema, que intento disimular con un mohín, simulador de sonrisas. ¿Cómo llegué hasta este desierto de amor?, Dónde dejé la orientación de mi vida? Mi dignidad se revela por fin, una humareda roja inflama mi sensatez, otorgándome la nitidez de la inmolación que soportaba. Quizá por amor, por soledad, por inseguridad, o por todo ello.

Ahora ya he ajustado el amor. El que siento por mí. Te he dejado otorgado, el don de utilizar tus maldades delante del espejo, tus vilezas en el jardín, para que las plantas en dulce tu malicia, los desprecios congelados en la nevera, para cuando me eche de menos en la noche; los abrazos en el aire para quien los pueda necesitar; los besos en las alas de las mariposas para que implante ternura en los lugares más inhóspitos y mis esencias las llevo conmigo porque son intransferibles.

No te en olvidado, quizá no lo pueda hacer nunca. Pero ahora ya tengo las ventanas abiertas, para que entre la calidez en mi vida