Ella era una niña como de veinte,
Parecía inocente pero a la vez sensual,
Tenía padres de buena moral,
Pero ella era precoz desde su mocedad.
De bello parecer su rostro,
Su pelo al viento parecía invitar
A volar en encendidas travesuras,
Una sonrisa pícara que hacía soñar.
A ella le gustaba el café,
Cómo acostumbran los de mayor edad,
Se encendía su piel a cada trago,
Y se llenaba de fragilidad.
Si alguien le tocaba como por accidente,
Volteaba y regalaba una sonrisa,
Su mente se volvía un volcán
Y buscaba la proximidad.
Curiosamente todos la deseaban,
Se notaba en las miradas,
Y ella jugueteaba con sus bellas piernas
Pero nadie se atrevía a infamarla.
Seguramente algún afortunado
Disfrutó de sus furtivas mieles,
Mientras que otros sólo la soñaron
Con su imagen metida entre sus sienes.
Era reina sin corona en aquél pueblo,
Estrella en cada fiesta, luz de cada calle,
Las mujeres le miraban con recelo,
Mientras ellos no cesaban de admirarle.
Pero un día, triste día, se marchó,
Y aquél pueblo se llamó monotonía,
Perdió vida, el entusiasmo se perdió,
Y las fiestas se volvieron letanías.
Malas lenguas esparcieron el rumor
Que hacendado pudiente la compró
Y le puso casa grande en otro estado
Y a los pobres les dejo sin ilusión.
Otros más con su lengua más mezquina
Murmuraron que en ciudad capitalina
Le observaron comerciando en una esquina,
Sus amores, sus caricias, su pasión.
(VOZ DE TRUENO)