Rosita de Mendoza

Tu mirada

Tantas inútiles lágrimas derramadas

Tantas secretas palabras guardadas

Tantas largas horas de terapia

Cuarenta años de aquella siesta de verano

tu mechón rojo en la frente

tu risa burlona

y esa mirada ...

Esa mirada

que bloqueó todos mis sentidos

El universo se detuvo en ese instante

te amé con mi corazón de niña

y no lo supe

salí corriendo, hui...

hui de tu mirada

Aún quiero escapar,

aún me cuesta sostener esa mirada,

aún me tiemblan las piernas 

las ideas se bloquean

las palabras desaparecen

y la culpa es de esa mirada

Te amé con mi cuerpo virgen

y no pude decir que te amaba

hui de ella, sentí vergüenza,

vergüenza de tu mirada.

Te amé con mi experiencia de mujer 

me desarmé en tus brazos confiada

pero se encendió la luz

y corrí lejos de tu mirada

Te amé tantas veces

y de tantas maneras,

en sueños y en vigilia,

en fiestas familiares, 

en reuniones de amigos y en funerales.

Siempre en silencio

escondiéndome de tu mirada

Hoy nos encontramos, otra vez,

con los pies cansados

y me preguntas por qué huyo

Hoy, con la serenidad de mi vejez

te confieso que siempre me alejó tu mirada

Te sorprendes, lloras y te ríes

me pides que sostenga tu mirada

que es la de siempre,

la de aquel joven en la siesta de verano,

que busque en su interior,

que no me asuste su vehemencia

que no huya 

porque su mirada

sólo quería decirme ...

decirme que me amaba.