Alonso Moraga

MeditaciĆ³n

Meditaba, absorto de penumbra,
los misterios del mundo
bajo la blanca luz que alumbra
los cristales viejos,
y llegaban a mi ventana
cantos venidos de lejos,
y el tañido de música lejana
resonaba como sueño profundo.

Viajaba el suspirar del viento
como suave melodía,
y, a lo lejos, el sentir nervioso
del divino canto
parecía el gemido silencioso
de un anacrónico espanto
abstraído en el pensamiento
de la antigua ciudad vacía.

Brillaba la luna fuerte
sobre las calles solitarias
como indomable río que vierte
sus aguas ansiosas;
iluminaba la ciudad entera,
los jazmines y las rosas,
y el eterno jardín que espera
el florecer de las trinitarias.

Al cabo me alejé de la venta
con profunda melancolía,
mi corazón lleno de olvido
la soledad estremecía;
un momento divagué, perdido…
—¡ya no sigo siendo el mismo!—
y se oía la música lejana,
lejana desde el fondo de mi abismo.