Armando G.

Mi joya

 

 

Te miro como la más valiosa joya

la joya jamás pensada

la que sueñan los orfebres,

la qué desean las damas.

 

Joya que no puede ser usada,

solo para mostrar

protegidas de ladrones

en vitrinas con guardianes.

 

Serás hecha de metales preciosos,

oro de veinticuatro quilates,

adornada con platino,

los más costosos metales.

 

De piedras

 miles de brillantes

refulgentes como estrellas,

corazones de granate

tan rojos que parezcan sangre.

 

Ónix para tus ojos,

para los cabellos topacios,

de perlas y ópalos

son tus dientes blancos.

 

Tus labios de rojo escarlata

con la intensidad del rubí

la piel de concha nacarada

como la leche blanca.

 

Ven a mí, entrégate, lúcete,

déjate ver,

sin cubierta, ni vestidos,

ni tules, ni encajes,

desnuda como Dios quiso

que llegaras al mundo,

solo de tu piel cubierta.

 

No pares, concédete,

ven a mi lecho,

 sabes que muero por besarte,

nada es más importante que amarte.

 

Serás exquisita joya,

hermosa hembra desnuda

lista para el viaje,

que nos ha de llevar

del lecho hasta el cielo,

sin equipaje.